sábado, 19 de noviembre de 2016

Reina Sangrante Capitulo 5 y 6


Capítulo 5
Primer encuentro
E
l interior del castillo era alucinante. De inmediato en la entrada, había esculturas talladas en piedra, candelabros con velas rojas y cuadros de todos los antiguos Reyes y Reinas Oscuras, todos parientes del rey actual.
Avanzaron hasta la sala del trono  en donde  éste se erguía majestuoso, dominando por completo la estancia. Era un asiento con acolchado de reluciente cuero negro con respaldo del metal, que terminaba en puntas. Al costado de la sala se encontraba la escalera por donde venía bajando el rey.
-Su majestad, el rey Alaster III de la dinastía Grimory –anunció el consejero real.
Todas las mujeres hicieron una reverencia cuando el rey Alaster dio el último paso en la escalera.  Rozzabeth no había visto a demasiados hombres en su vida, pasaba encerrada en la torre de su habitación o en el bosque, sola o rodeada de sirvientas, pero leía mucho y por ello sabía  que si tuviera que describir al Rey Oscuro, físicamente, sería un dios. Tenía el cabello de un color castaño rojizo, estaba muy recortado en los costados y en la parte  de en medio era largo, tomado en una cola por la cual una trenza se asomaba. Su altura y músculos lo hacían intimidante y fascinante, era el resultado de entrenamiento militar y pasadas guerras que había ganado. El brillo de la corona cegó a la princesa y la obligó a mirarlo a los ojos, eran de un intenso color amarillo que la fulminaron  de la forma en la que lo haría un felino. Tenía, además, algunos rasgos que mostraban su edad, pero la barba que enmarcaba su boca, lo confirmaba. Hace mucho que había dejado de ser un inocente príncipe.
-Es realmente un honor tener en mi hogar a tan distinguidas y hermosas mujeres –comentó el rey haciendo una educada reverencia a modo de saludo-. Por favor acompáñenme para que les pueda dar un recorrido por el castillo mientras hablamos.
Subieron por la escalera. Arriba el lugar estaba decorado con oscuras flores y retratos con marcos de metal, había más esculturas y el piso tenía pequeñas baldosas con detalles hermosísimos. Los pilares tenían cuerpos, o mejor dicho, almas suplicantes, perfectamente talladas.
-Como sabrán, mi familia tardó muchísimos años en construir este castillo –dijo de pronto el rey-. Cientos de hombres murieron por levantar esta construcción, es por eso que todo pilar que sostiene el castillo, tiene tallado a personas que dieron  su vida por él.
Su voz era grave y seria, pero parecía divertirse viendo las caras de horror que Marishka, Reveqquia y sus madres tenían, sin embargo, reparó en las delicadas manos de Rozzabeth recorriendo una de los pilares tallados. Era una chica curiosa, y miraba con plena admiración aquel trabajo.
-Aquí está el balcón principal –agregó el rey, sacando de sus ensoñaciones a la princesa.
Abrió las puertas y las mujeres entraron. Era un amplio lugar con una baranda de mármol y sobre la puerta, estaba tallado enormemente el escudo del reino. Las tres cabezas de los canes eran aterradoras y hermosas. Las princesas se acercaron a la baranda y tomaron el aire fresco, aunque no les agradaba saber que una enorme cantidad de personas habían muerto allí antes, sabían muy bien que el castillo en sí mismo era toda una maravilla.
-¡Oh! Estás sangrando – comentó Marishka entrecerrando los ojos.
Rozzabeth  metió la mano bajo su velo y allí recién sintió que la nariz le estaba sangrando mucho. El rey caminó hacia ella con rapidez, la princesa retrocedió pero se dio cuenta de que hacerlo era estúpido. Alaster levantó el velo y por fin estuvieron frente a frente sin poder evitarse.
-Eso no se ve nada bien, princesa. La llevaré a su habitación para que la criada la cure, clora, si es que a su majestad no le molesta –preguntó Alaster a la reina que estaba atónita.
-Claro. El viaje no debió hacerle nada bien –contestó.
-Pero tú puedes ayudarme –Rozzabeth no quería quedarse a solas con el rey a tan poco rato de llegar. No se sentía segura.
-No, el rey sabe qué hacer. Ve con él.
Rozzabeth la miró furiosa pero no podía negarse a obedecer aquella orden, no quería que afectara la posibilidad de que el rey la eligiera.
-Sígame por favor –el rey le sonrió entregándole un pañuelo que sacó de su chaqueta.
Rozzabeth lo siguió de vuelta por el corredor y bajaron la escalera. Fueron al salón contiguo al del trono, allí había otra gigantesca escalera. Subieron la escalera y llegaron a una habitación.
-Esta será tu habitación por la semana que te quedes en el castillo –Alaster abrió la puerta y permitió que la princesa se maravillara con el cuarto. 
-Muchas gracias, es muy acogedora- dijo ella con una sonrisa.
Observó la habitación y dejó en la cama su tocado para poder lavarse el rostro, pero de pronto Alaster se acercó a ella y la tiró hacia sí con fuerza. Rozzabeth quedó como una piedra y su corazón amenazaba con salírsele del cuerpo. Pensó en alejarlo bruscamente, ya que no era nada apropiada su actitud, pero no quiso hacerlo y permitió que sus manos se deslizaran por su corsé y arrancaran de su escote una de las polillas.
-Es increíble que siga viva ¿no crees?- dijo él observando el insecto atravesado en hilo, aletear muy débilmente.
-Si… -respondió la princesa tartamudeando. Jamás había estado tan cerca de alguien de esa forma tan íntima, podía sentir la voz susurrante del rey sobre sus labios-. Las otras murieron al llegar acá…
-Y por lo visto, esta tampoco durará mucho-. Alaster se comió la polilla y pasó la lengua sobre sus labios-. Qué ingeniosa y deliciosa idea, si todas vistieran como tú, con tanta vanidad y lujuria, los hombres serían mucho más felices.
Alaster observó el rostro de la princesa con detenimiento. Era igual al retrato que le había mandado, incluso más hermosa.
Rozzabeth frunció los labios, era obvio que su primer plan de asustar al rey no había funcionado, sin embargo, sabía que había logrado captar su atención por sobre las otras jóvenes y eso era excelente, pero la hacía preguntarse con qué clase de demente debía casarse. No importará si me deshago de él, se dijo un segundo después.
-Creo que no es un comentario cortés. Quizá seas el rey y yo solo una de las muchas princesas que debes conocer, pero debes respetarme –Rozzabeth habló con delicadeza y seriedad.
-Para- susurró el rey al ver que la joven se limpiaba de la nariz, la sangre que escurría.- Claro que te respeto ¿Qué te hace pensar lo contrario?
Rozzabeth estaba sorprendida. El rey tenía el poder de hacer sangrar a la gente, al igual que ella, y eso llamó mucho su atención. Y también la aterrorizó.
-¿Por qué has hecho que mi nariz sangre?
-Porque estaba aburrido de ver las caras de horror de las princesas al pasear por mi palacio, y si soy sincero, me moría de ganas por que tuviéramos una momento más privado.
-De eso es justo lo que hablo cuando digo que me respetes. No me importa tu posición, no puedes pretender acercarte así a mí, o tocarme de esa manera –Rozzabeth aún sentía el pecho ardiendo.
-¡Por favor! En primer lugar no me lo impediste, así que supongo que no te desagradó - le respondió él tomándola por la barbilla-. Y en segundo, no seas hipócrita, sabes que serás tú a quién elegiré. Lo has sabido desde que me viste en el balcón, lo sabes desde que respondí tu carta… y fui muy claro-. Alaster no pudo evitar tocar los labios de la princesa con su pulgar, eran suaves y lucían apetecible.
-¿Y por qué las hiciste venir sí solo me querías a mí? Eres un mentiroso…- respondió ella mordiéndolo. No era de la clase de chicas que se sentía intimidada por los cortejos subidos de tono, ella sabía manejarlos, aunque fuera la primera vez que lo hacía.
Alaster  quedó sorprendido, sabía que ella no era como las otras jóvenes que se dejaban seducir por él bajo sus inminentes encantos, pero no pensó que todo ocurriría así. Era ella quien lo estaba seduciendo a él lentamente y con cuidado. Hechizándolo para llevarlo a la locura.
-Cosas de política que no se pueden tranzar por nada. Además no te conocía y no sabía si serias como yo creía –respondió sentándose en la cama. Tenía un aspecto encantador-. Pero por lo visto eres extremadamente mejor de lo que pensé. Mucho más de lo que merezco.
-Claro –dijo ella con superioridad-. Soy demasiado inteligente, demasiado joven y excesivamente bella como para que alguien me merezca siquiera. 
-Pero no eres lo suficientemente buena, querida, y es por eso que si yo no te merezco, tú sí me mereces. Me mereces a mí y no a otro mejor.
Alaster se levantó y caminó hasta la puerta para retirarse, pero cuando llegó a ella se giró sonriente.
-¿Sabes? No comprendo por qué te llaman bruja… ¿Nadie ha notado que eres algo mucho peor? –dijo riendo.
Salió de la habitación y dejó a Rozzabeth consumirse en la confusión de sus palabras.
Rozzabeth se sentó en la orilla de la que era su nueva cama momentánea, pensando en lo que el rey le dijo. No sabía a qué se refería, ni cómo podía él saber que la gente de su reino la creía bruja. Quizá sólo sean los rumores… pero no parecen afectarle en lo más mínimo, pensó la joven princesa. La confusión y la excitación de la situación no la dejaban tranquila, no se sentía segura de casi nada, pero sí de una sola cosa… en el mundo solo había algo peor que las brujas: los demonios.



 Capítulo 6

La Criada Real
l va a elegirme madre- La voz de Rozzabeth apuñaló a Arssa apenas entró por la puerta.
-¿Qué?- preguntó ésta sorprendidísima-. ¿Te lo dijo?
-Si- dijo Rozzabeth sintiéndose estúpida por alegrarse pero no podía evitarlo.
Arssa estaba tan sorprendida que no podía procesar lo que su hija le decía, sin embargo se sintió muy satisfecha pues no cualquiera era elegida así de fácil por un rey como Alaster.
-Entonces es mejor que bajes ya, porque las otras dos jovencitas se le han pegado como sanguijuelas.
-No importa- contestó Rozzabeth dejando de lado la imagen que se había creado de el rey con ambas princesas-. Dile, por favor, que me disculpe, que no podré cenar junto a ustedes porque no me siento muy bien.
-No puedo hacer eso, hija, ha sido él quién me ha enviado a buscarte. Noté cierto énfasis en su mirada cuando me habló, que creo que lo que sea que pasó aquí, lo motivó mucho.
-No importa, madre. Si me quiere con él en la cena, que sea él quien venga a buscarme.
Rozzabeth se acercó a su madre con una sonrisa llenada orgullo, por primera vez estaban en algo juntas. Aunque solo fuera en la primera parte.
-¿Qué planeas? Al principio no querías venir, no querías casarte… y ahora te comportas como una enamorada celosa esperando a ser elegida por sobre las otras.
Rozzabeth se desvió la mirada hacia el suelo. Ni ella había notado lo infantil que estaba siendo su actuar, realmente parecía celosa y la verdad es que lo estaba, pero no sabía por qué, ya que no estaba enamorada del Rey Oscuro, apenas lo había conocido hoy… pero había algo dentro de su corazón que parecía estar muerto y que cuando llegó a allí revivió con fuerza. Era un sentimiento egoísta y sin sentido, pero ella tenía la sensación de que el rey debía pertenecerle, debía ser suyo.
-No es nada en especial, madre, es solo que no quiero que piense  que al admitir que me elegiría, voy arrastrarme ante él, sigo sin querer  este matrimonio, pero nada puedo hacer.
La reina miró a su hija con orgullo. La había criado para que fuera una reina fuerte, pero Rozzabeth era tan fuerte que ni siquiera la obedecía, y si lo hacía era porque algo se traía entre manos.
-Entonces descansa- agregó dejando a la princesa sola nuevamente.
Pasando unos minutos, se desvistió para darse un baño. Una criada había venido a ayudarla.
-Eres muy linda- dijo la joven con una sonrisa. Estaba vestida con un traje sencillo pero muy elegante.
-Gracias- respondió Rozzabeth sorprendida, no solía recibir amabilidad de chicas-. ¿Eres…una criada?
-Puede ser- respondió la joven de brillante cabello castaño-. En realidad soy la hermana adoptiva del rey, una huérfana que los padres de Alaster decidieron acoger y criar, así que puedo ser una princesa bastarda o una criada de la realeza…
Rozzabeth la miró y notó que claramente esa chica no podía ser solo una criada. Tenía el cabello sedoso y su piel era blanca como la leche. Su rostro tenía hermosas facciones.
-Así que podría decirse que eres semi princesa…
Rozzabeth quería ver qué cara ponía la chica, necesitaba saber más sobre ella y su misterioso hermano.
-Sí, pero Alaster me trata como a su hermana de verdad. Él es acogedor y protector conmigo pero la gente del pueblo no me quiere demasiado, saben de mi existencia y me respetan pero jamás me han considerado su princesa así que la gente de los reinos vecinos no saben de mí.  Un descendiente mío jamás llegara a ser Rey Oscuro.
-¿Y por qué no enviaste a una verdadera criada para que me ayudara?
-Porque mi hermano no quería que estuvieras sola, está volviéndose loco por ti así que yo de muy buena fe me ofrecí a venir. Alaster ha esperado muchísimo por ti…
-No comprendo de qué hablas…, no parece tener mucho sentido.
-Pronto lo sabrás, él te lo dirá todo pero yo solo puedo decirte esto: Somos diferentes, él, yo … y tú también Rozzabeth. No somos simples humanos creados  del barro de Dios, venimos de otro lugar, de uno más oscuro…
Rozzabeth se quedó intranquila pero permitió que Verona, como le aclaró después la Princesa Oscura, le cepillara el cabello y le hablara de algunas cosas del reino. Pasaron un buen rato juntas y descubrieron que había muchas cosas en común que las podrían ayudar a forjar una amistad.
-Bueno, creo que mi trabajo está hecho – comentó Verona observando a Rozzabeth con el cabello tomado en una larga y gruesa trenza.
-Muchas gracias, es un peinado hermoso- respondió Rozzabeth observándose en el espejo.
-Ha sido un gusto, su futura majestad- respondió Verona sonriendo de forma maliciosa al salir del cuarto.

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