sábado, 24 de septiembre de 2016

Reina Sangrante ( Capítulo 1y2)


Primera Parte
Oscuridad








Capítulo 1
La Bruja que era Princesa
L
a sangre del pequeño frasco de porcelana estaba comenzando a coagularse. Era oscura y densa, como miel roja mezclada con muy poca agua.  Se miró en el gigantesco espejo metálico y trazó los últimos detalles que le faltaban al autorretrato que estaba haciendo, para que su boca se pareciera realmente a la de ella. Caminó unos pocos pasos hacia atrás y observó el cuadro terminado. Su rostro era completamente igual, tenía sus grandes ojos marrón, su delicada nariz y su boca que sonreía de manera torcida. La composición de la obra era macabra: parecía hecha por el mismo Satanás, pero era hermosa al igual que ella.
- Ya es hora de comer –la voz de su madre era dura y tenía un dejo de desprecio.
-No tengo hambre, madre –contestó desafiante -. No quiero nada.
-Pues deberías, te has pasado horas pintando sin parar. Además el rey jamás te elegirá si pareces una pluma escuálida y sin brillo.
-Por si no lo has notado, madre, esa es precisamente la idea.
-Pues bien, tendrás que comer igual –añadió su madre con esa típica voz que empleaba cuando ella era una niña-.Tu padre y yo nos estamos jugando todas las cartas por ti. Si no logras hacer que el rey te elija, estamos perdidos… todo el reino depende de ti. Sólo piénsalo…
-¡No! -respondió la joven con el rostro desfigurado por la rabia-. No lo haré, es una locura ¿por qué debo yo sacrificarme por campesinos y nobles que me creen bruja, solo por ocupar el maldito cerebro?
-Debes hacerlo porque así lo hemos decidido, y no discutiré más contigo. Será mejor que bajes de inmediato.
Su madre salió de la habitación, dejándola completamente irritada. Tenía esa facilidad de hacerla enojar, que le producía un ardor en el estómago de pura rabia. A pesar de que era una reina joven y aún conservaba los rasgos más bonitos de la abuela en el rostro, la mayoría de las veces era una mujer insoportable. Siempre complacía a su padre en todo, e intentaba que el pueblo  entero los admirara  con ciega devoción, sin embrago, ahora, el reino no estaba pasando por su mejor momento y le era cada vez más difícil mantener a los campesino embobados ante la figura de la familia real.
Se quitó el delantal manchado de sangre y lo dejó sobre un banquito de cojines oscuros y bordados. Caminó por el pasillo dónde las paredes estaban llenas de cuadros de sus antepasados, de los que no se acordaba o no tenía idea, allí también había muebles de oscura madera tallada con la delicadeza que solo los diseños góticos pueden dar. Desde la oscuridad se acercó a la majestuosa escalera de mármol y bajó a regañadientes, para acompañar a sus padres en la cena que darían a la corte.
Las mujeres que pasaban a su lado la miraban con temor y le hacían una reverencia lo más rápido posible para alejarse de ella. Los hombres también le temían, pero le daban lascivas miradas, por la forma en que su blanco camisón se le pegaba a la superficie del cuerpo.
-¿Qué crees que haces? –dijo su madre , tomándola fuertemente del brazo-. ¡Ve a cambiarte de inmediato!  
-No me retes a hacerlo, madre –respondió Rozzabeth, zafándose del agarre de la reina ante todas las miradas atónitas de la corte-. Tú me obligas a hacer cosas que no quiero, así que si deseas que haga lo que me dice, acostúmbrate a todos mis caprichos. Y no me digas nada o me quitaré el camisón aquí mismo para que todos estos repugnantes monigotes puedan fantasear conmigo.
La reina, Arssa, estaba indignada, tenía las mejillas rojas de vergüenza y de furia.
-No sé qué fue lo que hice para que seas así… -susurró su madre con tristeza, mientras la miraba como si no la conociera.
-Desearme, madre, eso es lo que has hecho. Desearme de manera egoísta, porque tú sabes que no me querías a mí… tú querías lo que yo significo… tú querías una princesa, no una hija.
Rozzabeth se giró rápidamente, sin permitirle a su madre decir algo, y salió en dirección a su habitación. Los comensales que estaban presentes se sentaron como si nada hubiera ocurrido, estaban acostumbrados a los berrinches de la princesa. Era pan de cada día.
El rey Genor entró al gran comedor acompañado de sus guardias reales, y se ubicó en la cabecera de la mesa.
-Hoy ha llegado una carta –anunció mostrando el papel y sonriéndole a su esposa-. El Reino Oscuro nos ha aceptado para que mi ilustre hija, la princesa Rozzabeth, se presente ante el rey.
- ¡Hagamos un brindis! – añadió Arssa para tratar de disimular la ausencia de la princesa -. Por nuestra amada… futura reina ¡Rozzabeth!
La madre de la princesa llenó de vino su copa de plata con ángeles tallados, y la levantó con orgullo. Aunque Rozzabeth pensaba que su madre no la quería, eso era una completa mentira. Todos en la mesa levantaron sus copas para brindar por la chica a la que llamaban buja por la espalda, para que ésta fuera, con mucha probabilidad, la nueva esposa del Rey Oscuro.
Rozzabeth se había quedado fuera del comedor para escuchar la conversación  y al oír la noticia, su corazón ardió. Hasta el último minuto había  esperado que los del Reino Oscuro rechazaran la petición debido a los rumores de que era una bruja, sin embargo no había sido así y ahora debía enfrentarse a la posibilidad de un matrimonio que no deseaba, solo por salvar a unos miserables campesinos que la quemarían viva si pudieran.
Ni crean que lo haré, pensó. Haría cualquier cosa para que el rey no la eligiera, no permitiría que los pueblerinos o los de la corte, se llevaran la mejor parte y a ella la sometieran a la cama de un rey al que si bien respetaban, la gente también le temía.
La noche había llegado y en el castillo todos parecían llenos de cosas que hacer. El rey se había ido a dormir muy temprano porque no se sentía bien, era un hombre adulto y había sobrepasado hace mucho la esperanza de vida de la época,  y ahora estaba enfermo. Rozzabeth estaba en su habitación sin hacer nada más que sentir odio. Estaba molesta y la nariz le sangraba. La sola idea de que planearan su vida sin ella, la exasperaba, la hacía sentir como un objeto, y  la verdad es que sí lo era: un valioso y peligroso objeto que podía der vida al reino  o simplemente destruirlo.
-Pensé que ya estabas dormida –la voz de Arssa la sorprendió desde la puerta.
-Y yo pensé que estabas ocupada poniéndolo todo en orden, pero ya vez , la vida nos sorprende siempre.
La sangre de la nariz le llegó a la boca y un sabor metálico se esparció por su garganta.
Arssa se acercó con un pañuelo y le limpió el rostro con delicadeza. Hace mucho tiempo que Rozzabeth no veía un gesto tan maternal de parte de la reina. La dulzura con la que Arssa la trató, hizo que la recorriera un escalofrío. Por mucho tiempo quiso una madre que la amara, que se preocupara por ella, pero precisamente ahora no la necesitaba, quería estar molesta, quería odiarla por haberla traído a este horrible mundo. Pero no podía hacerlo.
-¿Puedo ver la carta? –su voz sonaba apagada y triste.
-Por supuesto –contestó su madre, y de un escondido bolsillo de su elegante vestido, sacó un sobre-. Toma, aquí está.
El papel era finísimo, pero en manos de la princesa se sentía como si fuera de material sólido y pesado, como una roca que no era capaz de sostener.
Abrió el sobre y leyó la carta. Ésta estaba escrita con una caligrafía notoriamente masculina. Él mismo la ha escrito, pensó de inmediato con el corazón acelerado. Esa es su táctica, pero no funcionará conmigo. Pasó la yema de los dedos sobre la cera negra del timbre real: era el emblema del Reino Oscuro, un perro de tres cabezas.
-¿Por qué tenía que ser él, madre? –Los grandes ojos de la princesa fulminaron a la reina con una mirada que le llegó hasta la médula-. Hay muchos otros reinos…
-El suyo, Rozzabeth, es el más estable y si nos unimos a él, nuestra sangre seguirá corriendo por las venas de las próximas generaciones de reyes. Además, sin importar lo que la gente rumorea por las desgracias que han vivido algunas jóvenes, el reino Oscuro lo respeta…
 Arssa sabía que su respuesta no era completamente cierta, pero su hija era fuerte y en caso de que el rey fuera un peligro, sabría defenderse.
-¡Es porque le tienen miedo! Temen que se lleve a sus mujeres –Rozzabeth se levantó abruptamente de la cama y se dirigió a la ventana, el aire frio la calmaba-. Y pretendes que sea su esposa… ¿Qué tal si me mata? ¿Ni a ti ni a mi padre les importo un poco?
En realidad ella tampoco creía en las habladurías, al menos no del todo. La gente hablaba de que ella era una bruja  y aunque no era cierto, sabía que era diferente del resto, se había sentido así desde siempre y era por eso que sabía probable que lo que la gente dijera del Rey Oscuro, también fuera mentira. Quizá.
-Claro que nos importas, incluso más de lo que te puedas imaginar, pero esta es nuestra última opción. última opción. Si ese loco rey no te acepta, si él no te elige, jamás tendrás a nadie… todo el mundo te rehúye, saben que eres… diferente.
-De modo que… ¿el que él me elija es un regalo? –Rozzabeth sentía cómo la ira se apoderaba de ella. Ahora su ojo izquierdo le sangraba, estaba llorando sangre-. No crees que alguien pueda amarme… crees que soy un monstruo ¿No, madre?
Arssa bajó la vista y guardó silencio. Desde que Rozzabeth había salido de entre sus piernas, supo que no era normal. Había algo oscuro y hermoso en la niña, y con el tiempo supieron que era cierto, primero creían que se trataba de locura, pero cuando creció y los sirvientes la vieron sangrar de esas formas tan raras y repentinas, el rumor de que era una bruja recorrió toda la región y la dejó confinada a vivir en la soledad más absoluta que una niña podía tener. Rozzabeth a diferencia de las otras jovencitas de la corte, sabía cosa, ella había pasado el tiempo de su niñez estudiando y había descubierto un mundo que las otras no sabían que existía. La ciencia, la literatura y las artes se le daban muy bien, por eso cuando era muy pequeña, había tenido la idea de que todas las mujeres deberían ser así, sin embargo cada vez que ella decía algo inteligente, o en contra de las creencias, todos la reprochaban. Incluso cuando ayudó a curar a un sirviente de la corte al que la peste negra había atacado, todos dijeron que se debió a sus  conjuros de magia maligna, y a nadie le importó que salvara una vida.
La reina salió de la habitación sin decir nada más y la princesa se quedó sola otra vez. Caminó hasta su cama y se recostó, llorando desconsolada. No podía creer que ella pensara lo mismo que su madre, que le encontrara la razón en algo tan cruel como pensar en que nadie la amaría, pero cierto es que nadie muere sin ser amado, aunque sea, en algún momento y Rozzabeth, por muy bruja que la creyeran, ella sería la protagonista de un amor sin igual, un amor que se escribió el día en que la procrearon.







Capítulo 2
El regalo para el rey
T
res días. Esa era la cantidad de tiempo que le quedaba antes de que ella y su madre iniciaran el viaje hacia el Reino Oscuro. Tres días para que su vida diera un giro radical y se uniera a la del rey, porque era obvio que ella sería la elegida. Rozzabeth lo sabía.
El día estaba misteriosamente soleado y una brisa fría corría agitando las hojas en las copas de los árboles. Rozzabeth se levantó y llamó de inmediato a la criada para que la ayudara con el baño, bueno, en realidad solo quería que llenara su bañera de metal con patas de león, con agua caliente  pues le gustaba pasar largo rato allí.
-Ya está listo el baño, señorita –dijo la joven mujer sin mirar a Rozzabeth.
-Puedes irte, ya no te necesito –contestó la princesa mientras se desvestía delante de ella.
La criada era joven y de bonito rostro, pero Rozzabeth sabía que nadie podía superar su belleza. Ni siquiera la ramera más elegante de la corte tenía unos pechos tan redondos  como los suyos, o unas caderas con tanta gracia como las que ella tenía, o esas piernas suyas que parecían tan bellas a pesar de no ser tan delgadas como las de las otras jóvenes. Y por sobre todo, ninguna mujer tenía una marca de nacimiento como la de ella: ubicada en el coxis y de un color rojizo muy fuerte, que tenía la forma de un mapa. Obviamente algunas de las mujeres que habían sido quemadas años atrás, por brujas, tenían este tipo de marcas, pero ninguna de las que Rozzabeth había visto era tan peculiar, incluso parecían una blasfemia para las marcas. Eran ordinarias.
El agua estaba caliente, pero a una temperatura agradable. Todos sus músculos del cuerpo se relajaron de la tensión que había guardado durante la noche. Los segundos pasaban y cada vez faltaba menos para el día de la presentación .No podía concebir plan alguno para impedir que eso ocurriera, debido a lo nerviosa que estaba, pero aun así recibió una idea. Parecía una voz divina, que le decía lo que tenía que hacer.
-¡Criada! –gritó ansiosa.
La joven doncella entró y la miró sorprendida por su desnudez.
-¿Sí, mi lady? –agregó para disimular lo nerviosa que Rozzabeth la ponía.
-Mande, por favor, a dos hombres para que vengan a buscar ese cuadro –la princesa le indicó con el dedo la pintura que estaba en el caballete-. Y deben llevárselo al Reino Oscuro para que se lo entreguen como un regalo al rey. ¡Ah! Mis padres no pueden enterarse de esto ¿entendido?
-Entendido, señorita –respondió la criada luego de que la princesa le diera una gélida mirada. Salió del cuarto.
Rozzabeth apresuró su baño y se puso la frondosa bata  para colocarse a escribir una carta que enviaría al rey junto con el cuadro. La carta era más bien una nota informal que decía:
“Este autorretrato es un pequeño obsequio para ti Señor Oscuro, espero que desfrutes del arte de mi sangre… prometo que no tiene ninguno de mis hechizos.
Rozzabeth I, princesa del Reino de Espinas.”
Rozzabeth les entregó la carta a los hombres que se llevaron el cuadro en una caja acolchada con terciopelo rojo. Espero que eso sea suficiente, pensó la chica cuando, a través de la ventana, vio el carruaje de los empleados alejarse camino al Reino Oscuro. La princesa esperaba que un retrato pintado con sangre humana fuera lo suficientemente retorcido como para que el Rey Oscuro la considerara una loca a la que no debía tomar por esposa.
-Hoy pareces alegre –Genor la sorprendió con su visita. Su padre no solía tener demasiado tiempo para ella-. ¿Es que ha ocurrido algo?
-No, pero supongo que debo aprovechar mientras no tenga que estar lidiando con un esposo totalmente desconocido, padre.
-Así son las cosas, hija mía. A veces hay que sacrificarnos por cosas que trascienden más allá de nosotros mismos –el rey hablaba como si él hubiese hecho muchos sacrificios, pero su hija lo dudaba.
-Por lo que veo estás muy convencido de que seré yo a quién él elija –incluso Rozzabeth pudo sentir cómo su voz cambió al nombrar al rey.
-De seguro serás tú, amor. Eres la más hermosa y en ello es lo que se fijará el Rey Oscuro… quizá no sea un jovenzuelo, pero un hombre como él necesita una chica como tú. Hermosa.
El rey se había acercado a su hija como tratando de convencerla, pero eso solo hizo que la joven se molestara más.
-Soy mucho más que eso, padre –Rozzabeth se sentía mal porque incluso su padre solo la veía de manera superficial.
-Lo sé, pero ser hermosa es lo que te ayudará a ser elegida. Debes seducirlo y lograr ganarte su corazón… o su pasión –agregó Genor con tono muy serio-. El Reino de Espinas depende de ti, Rozzabeth, no me queda mucho de vida… lo sé… y tú eres el futuro.
Rozzabeth se apartó triste y enojada. Le apenaba que su padre estuviera enfermo, pero sabía que no había nada que hacer con ello, pero le molestaba que usara su estado de salud para persuadirla.
-Y pensar que todo esto es por unos cuantos campesinos y nobles a los que les encantaría que tu hija muriera quemada en la hoguera… ¿Alguna vez has hecho algún sacrificio, padre? –preguntó Rozzabeth de manera irónica.
-Sí, tú eres el mayor sacrificio que tu madre y yo hemos hecho, Rozzabeth… alguna vez lo entenderás.

Dicho esto, Genor salió de la habitación. Rozzabeth se quedó sola de nuevo, su tristeza era lo único que la acompañaba. A veces también creía que nadie podría quererla, después de todo ¿Quién podría amar a una chica que puede hacerte sangrar solo por capricho? 


No hay comentarios:

Publicar un comentario