miércoles, 21 de diciembre de 2016

Reina Sangrante Capitulo 7 y 8

Capítulo 7
El nacimiento de la bruja
“Venimos de otro lugar, de uno más oscuro” 
R
ozzabeth solo tenía prendida una vela porque aún no dejaba  de pensar en lo que Verona le había dicho. Ella sabía que su historia para ser concebida no había sido nada buena, por eso las palabras de la oculta princesa le hacían sentido.
Muchos años atrás en el Reino de Espinas, su padre había sido coronado como rey y había tomado a su madre por esposa. Ella era una joven muy distinguida  pues pertenecía a la casa real más importante de la corte. Su madre era la más bella e inteligente de las doncellas, así que su padre había caído rendido a sus pies, había enloquecido de amor por ella así que la hizo su reina. Todo era perfecto, pero el sufrimiento llegó cuando su madre se enteró de que su vientre estaba seco y que jamás podrí dar un heredero a la corona. Ese sería el fin.
Intento tras intento habían fallado, no había nada qué hacer, jamás podrían tener un heredero que fuera hijo de ambos. Tomar otra esposa no era una opción, ninguno quería abandonar al otro, se amaban y cuando la gente se ama comete pecados imperdonables… de ahí había nacido ella, del pecado.
Cuando ya habían pasado años intentando la decepción llevó a los reyes al límite, al último y más peligroso de todos: pidieron ayuda a una bruja, a una de verdad.
Los pasos que siguieron para concebirla fueron fáciles y horrorosos. Necesitaron las rosas más grandes, rojas y hermosas del reino, las espinas más largas y puntiagudas, sangre de un blanco cordero y metal. También necesitaron su amor y este debía ser fuerte y puro.
 En un ritual a plena luz de la luna de sangre los reyes dejaron todo lo que eran y todo lo que creían atrás, para poder entregarse al otro, para poder ser bendecidos con el regalo de dar vida. Arssa se había tendido desnuda en el montón de rosas cortadas mientras Genor le clavaba espinas y las entrelazaba con su cabello. La luna había salido de entre la espesa bruma y los llenó de pasión. Recorrieron sus cuerpos convirtiéndose en uno solo y susurrando suplicas a la luna para que les diera un hijo. Bebieron la sangre del cordero mezclada con el metal fundido y con el resto dibujaron un arco atravesado con una flecha y un círculo dónde estos se unían.
Seis meses después nació la princesa desgarrando a su madre desde el interior, pero Arssa no sintió dolor, estaba tan embrujada con la ternura del bebé que no le importaba dar su vida por la de la criatura. Al nacer prematura, los médicos y curanderos no creyeron que pudiera sobrevivir, no obstante, el metal y las espinas la habían hecho fuerte. Imparable.   
A medida que crecía el problema había regresado. La princesa no era normal, no era igual a las chicas de la corte, ella era demasiado de todo como para ser humana: demasiado inteligente, demasiado hermosa, demasiado cruel y demasiado buena a la vez. Rozzabeth no recordaba a qué edad habían comenzado a llamarla bruja, pero sí la vez en que incluso ella creyó ser una. Fue una de las pocas veces que había dejado el palacio junto a su padre, habían ido al pueblo con la escolta real y un campesino trató de escupirle y la llamó bruja infernal. Ella lo había mirado con odio  y solo segundos después el hombre había comenzado a convulsionar frente a todos los presentes, votando sangre por la boca y por los ojos. Ella había matado al hombre con solo mirarlo, y aunque su padre trató de convencerla de lo contrario, ella sabía que había deseado que muriera.
Un ruido la sacó de sus recuerdos y la vela se apagó de un soplido. En la oscuridad, trató de encenderla nuevamente pero no pudo hacerlo. Se levantó y caminó hasta la puerta, la abrió y caminó por el corredor con mucho cuidado como si fuera una ladronzuela o algo así. Su camisón se enredó con un mueble y tuvo que sacárselo para poder desenredarlo. De pronto escuchó otro ruido y la gran puerta al final del pasillo se abrió un poco, dejando entre ver la llama de una vela que estaba prendida.
Rozzabeth sabía que no debía ir, sabía que debía dar media vuelta y regresar a su habitación, pero era curiosa y ya había llegado muy lejos como para acobardarse ahora. Siguió sus pies que llevaron ante la puerta y se metió en la habitación.
-Esto no puede ser…- dijo en un susurro para ella misma.
La habitación era enorme y una cama gigantesca con cortinas de encaje negro ocupaba el centro. Había libros y un pedestal para dejar la corona. Era el cuarto del rey y en una de las paredes, frente a la cama y bajo el escudo del reino, descansaba su retrato, el que había hecho con su propia sangre. El cuadro solo tenía una diferencia a cómo lo había enviado, ahora tenía una inscripción sobre una placa metálica:
“Maribeth I del Reino Oscuro, hija del Reino de Espinas”
-Es un cuadro muy hermoso- dijo la voz del Rey Oscuro en el oído de Rozzabeth.
La joven volteó asustada y casi tropezó con el dobladillo del camisón.
-¿Por qué tiene esa inscripción? Yo no lo he enviado así – dijo fingiendo molestia.
-Yo lo he cambiado. Cuando seas mi esposa…- dijo él sonriendo- te coronaré como Maribeth, porque eres la más hermosa- agregó acariciando el cuadro.
El toque que dio el rey al retrato la traspasó y Rozzabeth lo sintió en su propia mejilla. Y no pudo evitar sentir que le gustaba profundamente.
-Eres bastante rápida-comentó él de repente- Ni siquiera nos hemos casado y ya quiere que utilicemos nuestra alcoba matrimonial.
-¿Qué?- Rozzabeth se ruborizó.
-Claro que sí ¿por qué otra cosa si no estarías aquí? Pero yo no tengo ninguna objeción.
El rey se acercó y desabrochó una de las cintas del camisón de la princesa, haciendo que se deslizara por su hombro.
-Espero que no te comportes así con todos las futuras reinas de este lugar –contestó ella acercándose amenazante.   
-Yo soy un caballero querida Rozzabeth. Solo tengo ojos para ti.
El rey se acercó aún más a ella como si quisiera hacerle ver que no le mentía, que le decía la verdad.
-Claro… solo tienes ojos para mí pero llevas sangre de otra sobre ti –comentó limpiándole  la comisura del labio donde una gota escarlata trataba de esconderse.
Él bajó la vista y la desvió como si se sintiera mal por ser descubierto en tan embarazoso estado. Rozzabeth sonrió alegremente al saber que llevaba el control de la situación, sin embargo sentía una extraña sensación que le erizaba la piel. Era la sensación de tener la certeza de que las habladurías sobre él eran ciertas y a la vez sentir una lujuriosa curiosidad acerca de lo que él les hacía a las chicas.
-No te preocupes –le susurró con los labios tan cerca de la oreja que el roce le quemaba-. Por ahora no somos nada, querido, pero te advierto que soy muy celosa y es mejor que no trates de conocer esa parte de mí, porque te aseguro que me creerías un monstruo.
Rozzabeth caminó hasta la puerta pero cuando iba a salir, se giró y dijo:
-Por cierto, gracias por creer que soy la más hermosa.
Dicho esto salió del cuarto del rey tan altiva como si ya fuera la reina, pero regresó a su aposento  con el corazón latiéndole tan rápido que tuvo que ejercitar su respiración para tranquilizarse. Por lo visto el Rey Oscuro enloquecía por ella, así que si todo seguía de la misma forma en dos semanas tendría la primera parte de su libertad.


Capítulo 8
El Paseo
P
or la mañana muy temprano Rozzabeth se preparó con un vestido gris y un sofisticado moño del que colgaban cadenas de plata  para poder recorrer el castillo a escondidas y así cuando fuera reina sorprendería a todos conociendo el lugar a la perfección.
Salió de la habitación cuidadosamente pero se percató de que había un guardia resguardando su puerta. Lo saludó amablemente para que luego no dijeran que era una mal educada y les avisó que daría una vuelta por el castillo sin su compañía.
-¿Está segura que no quiere  desayunar junto al rey? Su majestad ya está en el comedor real junto a las otras princesas.
Rozzabeth abrió tanto los ojos que el guardia retrocedió asustado. Bajó las escaleras respirando pesadamente pero al llegar fingió desconocer la situación. Marishka estaba sentada muy cerca del rey y Reveqquia charlaba con ellos tan animadamente que no se dio cuenta de cuando Rozzabeth llegó.
Sobre la mesa había diferentes tipos de panes de los cuales se desprendía un exquisito olor, pero Rozzabeth casi no lo notó porque el aroma del vino que se desprendía de la única copa que estaba en la mesa la enloqueció. Rameras pensó con disgusto al ver que todos compartían la copa de vino del rey como si no tuviera importancia, lo cual la enojaba aún más  y le hiso provocar un derrame de vino sobre el elegante mantel.
-¿Qué ha pasado?-farfulló Reveqquia levantándose de la mesa antes de que el rojo líquido alcanzara su vestido.
-Se ha derramado ¿O no lo ves?-le respondió Rozzabeth satisfecha. Amaba poder realizar acciones tan solo con pensarlas.
Se sentó en el otro extremo de la mesa para mantenerse lo más alejada del rey, sin embargo, él no estaba dispuesto a permitírselo y caminó hasta ella para poder saludarla cortésmente.
-Es un gusto que ya nos acompañes- dijo él antes de besar la mano de la chica.
Las princesas quedaron molestas y sorprendidas por la actitud del rey. La forma en que había deslizado sus labios por las delicadas manos de Rozzabeth con lujuria y elegancia les hiso ver la posición que tenía la bruja sobre ellas.
-¿Dónde está mi madre?- Rozzabeth evitó la mirada del rey para no desmoronarse.
-Ha ido con las otras reinas a dar un paseo por el jardín- respondió sin soltar su mano.
Alaster quería que la princesa lo mirara, pero ella solo lo ignoró como si estuviera acostumbrada a pasar por alto los sugerentes gestos que un rey pudiera tener con ella. Decepcionado por la actitud, se retiró junto a Valerius, quién lo había venido a buscar y las princesas continuaron el desayuno sin él.
-Buen día princesas-dijo una encantadora voz que entraba en el comedor.
Mariska y Reveqquia respondieron sin ánimo y siguieron comiendo sin hacer caso a Verona.
-Buen día princesa Verona- respondió Rozzabeth haciendo una reverencia.
La hermana del rey sonrió dulcemente y decidió seguirle el juego haciendo también una reverencia. Las princesas se miraron desconcertadas y trataron de cambiar a una actitud más amable.
-¿Qué les ocurre? ¿Es que no sabían de la Princesa Oscura?
Verona vio la sonrisa maliciosa de la princesa y comprendió por qué ella sería la elegida para ser reina. Tenía una actitud tan impredecible que la hacía irresistible a la curiosidad.
-Yo si lo sabía, pero los rumores en mi reino decían que la princesa no era más que una recogida que jamás pudo parecer realmente parte de la familia real.- Las palabras salieron de Marishka como veneno.
-Pues que mal que no estés informada de la gente que vive alrededor del que podría ser tu futuro esposo- Contestó Verona con un tono altivo – Bueno, en realidad todos sabemos que no te elegirá a ti.
Reveqquia y Rozzabeth quisieron reí por la humillación que acababa de vivir su contrincante, pero se contuvieron.
-¿Te gustaría dar un paseo, Rozzabeth? –preguntó Verona.
-Claro, será un gusto.
La princesa no solía tener amigos y acostumbraba a que todas las chicas que conocía la odiaran, así que le pareció encantador que Verona fuera tan amable con ella. Juntas atravesaron el castillo y caminaron hasta uno de los jardines que quedaban más cercanos a la otra entrada del palacio.
-Ha de ser muy difícil estar en tu situación… es estúpido competir cuando ya eres la ganadora- comentó la Princesa Oscura mientras avanzaban por una arboleada.
-Sí… más o menos. Sería más fácil si ellas no estuvieran… No sé por qué él las dejó venir.
-Le dije a Alaster que no aceptaras sus solicitudes pero es muy terco y dice que por cosas políticas no podía rechazarlas.
Claro, cosas políticas mis medias, se dijo Rozzabeth en un tono tan lleno de celos que pensó que vomitaría sangre.
-Hoy saldrá a dar un paseo con cada una ¿No?
-Sí, pero no debes preocuparte… Alaster es muy cuidadoso.
Rozzabeth la miró con ironía.
-Quizá las chicas del pueblo le teman… pero él siempre trata de no es tan malo con ellas.
Caminaron hasta llegar a un banquito de metal y se sentaron en él para observar  las aves que había cerca.
-Entonces lo que dicen de él es… verdad- Al preguntar esto, Rozzabeth pudo sentir cómo palidecía.
-Algunas cosas sí, otras no. Pero todo lo que hace es por necesidad, no es que quiera.
-¿Y por qué me quiere a mí? Puede tener a todas las campesinas que quiera.
-Es una historia larga de contar, pero tú también lo necesitas a él… aunque ahora no lo parezca.
A la hora de la comida, Rozzabeth no levantó la vista de su plato a pesar de que sabía que el rey buscaba su mirada. Tenía hambre y la comida estaba deliciosa pero sentía una inquietud horrible, que no le permitió comer más.
-¿Te encuentras bien querida?- Le preguntó Arssa poniendo una mano en su hombro.
-Estoy cansada, eso es todo.
-¿Estas segura, no quieres ver al médico?
El Rey Oscuro la obligó a levantar la vista en su dirección cuando pronunció estas palabras.
-no, gracias.
Rato más tarde, cuando ya casi habían terminado el incómodo almuerzo, Alaster anunció que saldría a dar un paseo con Reveqquia por el pueblo.
-Me disculpo por no acompañarlos más, pero me retiraré a mi habitación- dijo Rozzabeth.
-Si lo deseas podemos suspender el paseo para que nos quedemos todos juntos hasta que estés mejor-se apresuró a decir el rey con cierta preocupación que la inquietó e hizo que Verona sonriera.
-No se preocupe por mí, alteza.  Cumpla con su protocolo y salga con Reveqquia  ya que sería injusto arrebatarle su compañía en este paseo tan solo porque no me encuentro bien. Después de todo yo seguiré aquí cuando regresen.
El rey sintió ganas de arrepentirse de dar el paseo y quedarse vigilando a Rozzabeth, pero no podía retractarse, así que siguió  el protocolo.
-La princesa del Reino de Espinas parece ser una chica con mucho carácter e irreverencia ¿no cree, alteza?
  -Sí. La verdad es que su carácter es demasiado llamativo como para ser una princesa tan joven… pero es lo que la hace especial.
Reveqquia observó al rey y vio cómo éste se sentía culpable por haber dejado sola a Rozzabeth cuando se sentía enferma.
-Así que por lo que veo es ella la que ha llamado su atención ¿o me equivoco?
-No es correcto que antes del baile de elección dé mi veredicto- Respondió él girándose y dándole una tierna mirada a la princesa Reveqquia.- Pero no me parece posible ocultar lo que es evidente a los ojos de todos.
Algo en la mirada de Alaster hizo que el corazón de la Princesa del Norte latiera con compasión, era como si pudiera ver lo real que era el sentimiento del rey.

Siguieron su paseo por el pueblo, hablando de cosas triviales: política, la peste y otros, mientras todos los pueblerinos les daban una reverencia y fantaseaban con que Reveqquia fuera su nueva reina. 

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