Primer
encuentro
l interior del castillo era alucinante. De
inmediato en la entrada, había esculturas talladas en piedra, candelabros con
velas rojas y cuadros de todos los antiguos Reyes y Reinas Oscuras, todos
parientes del rey actual.
Avanzaron hasta la sala del trono en donde
éste se erguía majestuoso, dominando por completo la estancia. Era un
asiento con acolchado de reluciente cuero negro con respaldo del metal, que
terminaba en puntas. Al costado de la sala se encontraba la escalera por donde
venía bajando el rey.
-Su majestad, el rey Alaster III de la
dinastía Grimory –anunció el consejero real.
Todas las mujeres hicieron una reverencia
cuando el rey Alaster dio el último paso en la escalera. Rozzabeth no había visto a demasiados hombres
en su vida, pasaba encerrada en la torre de su habitación o en el bosque, sola
o rodeada de sirvientas, pero leía mucho y por ello sabía que si tuviera que describir al Rey Oscuro,
físicamente, sería un dios. Tenía el cabello de un color castaño rojizo, estaba
muy recortado en los costados y en la parte
de en medio era largo, tomado en una cola por la cual una trenza se
asomaba. Su altura y músculos lo hacían intimidante y fascinante, era el
resultado de entrenamiento militar y pasadas guerras que había ganado. El
brillo de la corona cegó a la princesa y la obligó a mirarlo a los ojos, eran
de un intenso color amarillo que la fulminaron de la forma en la que lo haría un felino.
Tenía, además, algunos rasgos que mostraban su edad, pero la barba que
enmarcaba su boca, lo confirmaba. Hace mucho que había dejado de ser un
inocente príncipe.
-Es realmente un honor tener en mi hogar a
tan distinguidas y hermosas mujeres –comentó el rey haciendo una educada
reverencia a modo de saludo-. Por favor acompáñenme para que les pueda dar un recorrido
por el castillo mientras hablamos.
Subieron por la escalera. Arriba el lugar
estaba decorado con oscuras flores y retratos con marcos de metal, había más
esculturas y el piso tenía pequeñas baldosas con detalles hermosísimos. Los
pilares tenían cuerpos, o mejor dicho, almas suplicantes, perfectamente
talladas.
-Como sabrán, mi familia tardó muchísimos
años en construir este castillo –dijo de pronto el rey-. Cientos de hombres
murieron por levantar esta construcción, es por eso que todo pilar que sostiene
el castillo, tiene tallado a personas que dieron su vida por él.
Su voz era grave y seria, pero parecía
divertirse viendo las caras de horror que Marishka, Reveqquia y sus madres
tenían, sin embargo, reparó en las delicadas manos de Rozzabeth recorriendo una
de los pilares tallados. Era una chica curiosa, y miraba con plena admiración
aquel trabajo.
-Aquí está el balcón principal –agregó el
rey, sacando de sus ensoñaciones a la princesa.
Abrió las puertas y las mujeres entraron. Era
un amplio lugar con una baranda de mármol y sobre la puerta, estaba tallado
enormemente el escudo del reino. Las tres cabezas de los canes eran aterradoras
y hermosas. Las princesas se acercaron a la baranda y tomaron el aire fresco,
aunque no les agradaba saber que una enorme cantidad de personas habían muerto
allí antes, sabían muy bien que el castillo en sí mismo era toda una maravilla.
-¡Oh! Estás sangrando – comentó Marishka
entrecerrando los ojos.
Rozzabeth
metió la mano bajo su velo y allí recién sintió que la nariz le estaba
sangrando mucho. El rey caminó hacia ella con rapidez, la princesa retrocedió
pero se dio cuenta de que hacerlo era estúpido. Alaster levantó el velo y por
fin estuvieron frente a frente sin poder evitarse.
-Eso no se ve nada bien, princesa. La llevaré
a su habitación para que la criada la cure, clora, si es que a su majestad no
le molesta –preguntó Alaster a la reina que estaba atónita.
-Claro. El viaje no debió hacerle nada bien
–contestó.
-Pero tú puedes ayudarme –Rozzabeth no quería
quedarse a solas con el rey a tan poco rato de llegar. No se sentía segura.
-No, el rey sabe qué hacer. Ve con él.
Rozzabeth la miró furiosa pero no podía
negarse a obedecer aquella orden, no quería que afectara la posibilidad de que
el rey la eligiera.
-Sígame por favor –el rey le sonrió
entregándole un pañuelo que sacó de su chaqueta.
Rozzabeth lo siguió de vuelta por el corredor
y bajaron la escalera. Fueron al salón contiguo al del trono, allí había otra
gigantesca escalera. Subieron la escalera y llegaron a una habitación.
-Esta será tu habitación por la semana que te
quedes en el castillo –Alaster abrió la puerta y permitió que la princesa se
maravillara con el cuarto.
-Muchas gracias, es muy acogedora- dijo ella
con una sonrisa.
Observó la habitación y dejó en la cama su
tocado para poder lavarse el rostro, pero de pronto Alaster se acercó a ella y
la tiró hacia sí con fuerza. Rozzabeth quedó como una piedra y su corazón
amenazaba con salírsele del cuerpo. Pensó en alejarlo bruscamente, ya que no
era nada apropiada su actitud, pero no quiso hacerlo y permitió que sus manos
se deslizaran por su corsé y arrancaran de su escote una de las polillas.
-Es increíble que siga viva ¿no crees?- dijo
él observando el insecto atravesado en hilo, aletear muy débilmente.
-Si… -respondió la princesa tartamudeando.
Jamás había estado tan cerca de alguien de esa forma tan íntima, podía sentir
la voz susurrante del rey sobre sus labios-. Las otras murieron al llegar acá…
-Y por lo visto, esta tampoco durará mucho-.
Alaster se comió la polilla y pasó la lengua sobre sus labios-. Qué ingeniosa y
deliciosa idea, si todas vistieran como tú, con tanta vanidad y lujuria, los
hombres serían mucho más felices.
Alaster observó el rostro de la princesa con
detenimiento. Era igual al retrato que le había mandado, incluso más hermosa.
Rozzabeth frunció los labios, era obvio que
su primer plan de asustar al rey no había funcionado, sin embargo, sabía que
había logrado captar su atención por sobre las otras jóvenes y eso era
excelente, pero la hacía preguntarse con qué clase de demente debía casarse. No importará si me deshago de él, se
dijo un segundo después.
-Creo que no es un comentario cortés. Quizá
seas el rey y yo solo una de las muchas princesas que debes conocer, pero debes
respetarme –Rozzabeth habló con delicadeza y seriedad.
-Para- susurró el rey al ver que la joven se
limpiaba de la nariz, la sangre que escurría.- Claro que te respeto ¿Qué te
hace pensar lo contrario?
Rozzabeth estaba sorprendida. El rey tenía el
poder de hacer sangrar a la gente, al igual que ella, y eso llamó mucho su
atención. Y también la aterrorizó.
-¿Por qué has hecho que mi nariz sangre?
-Porque estaba aburrido de ver las caras de
horror de las princesas al pasear por mi palacio, y si soy sincero, me moría de
ganas por que tuviéramos una momento más privado.
-De eso es justo lo que hablo cuando digo que
me respetes. No me importa tu posición, no puedes pretender acercarte así a mí,
o tocarme de esa manera –Rozzabeth aún sentía el pecho ardiendo.
-¡Por favor! En primer lugar no me lo
impediste, así que supongo que no te desagradó - le respondió él tomándola por
la barbilla-. Y en segundo, no seas hipócrita, sabes que serás tú a quién
elegiré. Lo has sabido desde que me viste en el balcón, lo sabes desde que
respondí tu carta… y fui muy claro-. Alaster no pudo evitar tocar los labios de
la princesa con su pulgar, eran suaves y lucían apetecible.
-¿Y por qué las hiciste venir sí solo me
querías a mí? Eres un mentiroso…- respondió ella mordiéndolo. No era de la
clase de chicas que se sentía intimidada por los cortejos subidos de tono, ella
sabía manejarlos, aunque fuera la primera vez que lo hacía.
Alaster
quedó sorprendido, sabía que ella no era como las otras jóvenes que se
dejaban seducir por él bajo sus inminentes encantos, pero no pensó que todo
ocurriría así. Era ella quien lo estaba seduciendo a él lentamente y con
cuidado. Hechizándolo para llevarlo a la locura.
-Cosas de política que no se pueden tranzar
por nada. Además no te conocía y no sabía si serias como yo creía –respondió
sentándose en la cama. Tenía un aspecto encantador-. Pero por lo visto eres
extremadamente mejor de lo que pensé. Mucho más de lo que merezco.
-Claro –dijo ella con superioridad-. Soy
demasiado inteligente, demasiado joven y excesivamente bella como para que
alguien me merezca siquiera.
-Pero no eres lo suficientemente buena,
querida, y es por eso que si yo no te merezco, tú sí me mereces. Me mereces a
mí y no a otro mejor.
Alaster se levantó y caminó hasta la puerta
para retirarse, pero cuando llegó a ella se giró sonriente.
-¿Sabes? No comprendo por qué te llaman
bruja… ¿Nadie ha notado que eres algo mucho peor? –dijo riendo.
Salió de la habitación y dejó a Rozzabeth
consumirse en la confusión de sus palabras.
Rozzabeth se sentó en la orilla de la que era
su nueva cama momentánea, pensando en lo que el rey le dijo. No sabía a qué se refería,
ni cómo podía él saber que la gente de su reino la creía bruja. Quizá sólo sean los rumores… pero no parecen
afectarle en lo más mínimo, pensó la joven princesa. La confusión y la
excitación de la situación no la dejaban tranquila, no se sentía segura de casi
nada, pero sí de una sola cosa… en el mundo solo había algo peor que las
brujas: los demonios.
Capítulo 6
La
Criada Real
l va a elegirme madre- La voz de Rozzabeth
apuñaló a Arssa apenas entró por la puerta.
-¿Qué?- preguntó ésta sorprendidísima-. ¿Te
lo dijo?
-Si- dijo Rozzabeth sintiéndose estúpida por
alegrarse pero no podía evitarlo.
Arssa estaba tan sorprendida que no podía
procesar lo que su hija le decía, sin embargo se sintió muy satisfecha pues no
cualquiera era elegida así de fácil por un rey como Alaster.
-Entonces es mejor que bajes ya, porque las
otras dos jovencitas se le han pegado como sanguijuelas.
-No importa- contestó Rozzabeth dejando de
lado la imagen que se había creado de el rey con ambas princesas-. Dile, por
favor, que me disculpe, que no podré cenar junto a ustedes porque no me siento
muy bien.
-No puedo hacer eso, hija, ha sido él quién
me ha enviado a buscarte. Noté cierto énfasis en su mirada cuando me habló, que
creo que lo que sea que pasó aquí, lo motivó mucho.
-No importa, madre. Si me quiere con él en la
cena, que sea él quien venga a buscarme.
Rozzabeth se acercó a su madre con una
sonrisa llenada orgullo, por primera vez estaban en algo juntas. Aunque solo
fuera en la primera parte.
-¿Qué planeas? Al principio no querías venir,
no querías casarte… y ahora te comportas como una enamorada celosa esperando a
ser elegida por sobre las otras.
Rozzabeth se desvió la mirada hacia el suelo.
Ni ella había notado lo infantil que estaba siendo su actuar, realmente parecía
celosa y la verdad es que lo estaba, pero no sabía por qué, ya que no estaba
enamorada del Rey Oscuro, apenas lo había conocido hoy… pero había algo dentro
de su corazón que parecía estar muerto y que cuando llegó a allí revivió con
fuerza. Era un sentimiento egoísta y sin sentido, pero ella tenía la sensación
de que el rey debía pertenecerle, debía ser suyo.
-No es nada en especial, madre, es solo que
no quiero que piense que al admitir que
me elegiría, voy arrastrarme ante él, sigo sin querer este matrimonio, pero nada puedo hacer.
La reina miró a su hija con orgullo. La había
criado para que fuera una reina fuerte, pero Rozzabeth era tan fuerte que ni
siquiera la obedecía, y si lo hacía era porque algo se traía entre manos.
-Entonces descansa- agregó dejando a la
princesa sola nuevamente.
Pasando unos minutos, se desvistió para darse
un baño. Una criada había venido a ayudarla.
-Eres muy linda- dijo la joven con una
sonrisa. Estaba vestida con un traje sencillo pero muy elegante.
-Gracias- respondió Rozzabeth sorprendida, no
solía recibir amabilidad de chicas-. ¿Eres…una criada?
-Puede ser- respondió la joven de brillante
cabello castaño-. En realidad soy la hermana adoptiva del rey, una huérfana que
los padres de Alaster decidieron acoger y criar, así que puedo ser una princesa
bastarda o una criada de la realeza…
Rozzabeth la miró y notó que claramente esa
chica no podía ser solo una criada. Tenía el cabello sedoso y su piel era
blanca como la leche. Su rostro tenía hermosas facciones.
-Así que podría decirse que eres semi
princesa…
Rozzabeth quería ver qué cara ponía la chica,
necesitaba saber más sobre ella y su misterioso hermano.
-Sí, pero Alaster me trata como a su hermana
de verdad. Él es acogedor y protector conmigo pero la gente del pueblo no me
quiere demasiado, saben de mi existencia y me respetan pero jamás me han
considerado su princesa así que la gente de los reinos vecinos no saben de mí. Un descendiente mío jamás llegara a ser Rey
Oscuro.
-¿Y por qué no enviaste a una verdadera
criada para que me ayudara?
-Porque mi hermano no quería que estuvieras
sola, está volviéndose loco por ti así que yo de muy buena fe me ofrecí a
venir. Alaster ha esperado muchísimo por ti…
-No comprendo de qué hablas…, no parece tener
mucho sentido.
-Pronto lo sabrás, él te lo dirá todo pero yo
solo puedo decirte esto: Somos diferentes, él, yo … y tú también Rozzabeth. No
somos simples humanos creados del barro
de Dios, venimos de otro lugar, de uno más oscuro…
Rozzabeth se quedó intranquila pero permitió
que Verona, como le aclaró después la Princesa Oscura, le cepillara el cabello
y le hablara de algunas cosas del reino. Pasaron un buen rato juntas y
descubrieron que había muchas cosas en común que las podrían ayudar a forjar
una amistad.
-Bueno, creo que mi trabajo está hecho –
comentó Verona observando a Rozzabeth con el cabello tomado en una larga y
gruesa trenza.
-Muchas gracias, es un peinado hermoso-
respondió Rozzabeth observándose en el espejo.
-Ha sido un gusto, su futura majestad- respondió Verona sonriendo de forma maliciosa al
salir del cuarto.